La cosmovisión andina está íntimamente ligada a los elementos de la tierra, o la Pachamama. Por esta razón se celebra el Hatun Puncha o Inti Raymi, fiesta ancestral que se realiza anualmente para agradecer al sol y a la madre tierra por las cosechas, la fertilidad y la abundancia.
En Cotacachi, provincia de Imbabura, al norte de los Andes de Ecuador, estas celebraciones se han convertido en un encuentro mayoritariamente masculino -otrora una fiesta predominantemente femenina durante el siglo XVIII-. En aquella época prevalecía el sincretismo religioso -fusión de la religión católica con la cosmovisión indígena andina-, concepto impuesto por la colonia española.
Según relatos históricos, aproximadamente en 1755 las mujeres indígenas de una comunidad incendiaron una iglesia construida por los españoles, en protesta por los supuestos abusos e imposiciones de la iglesia católica en aquel entonces. Esos enfrentamientos se convirtieron rápidamente en un símbolo de resistencia, representado en la toma de la plaza central de Cotacachi por parte de las comunidades de las partes altas y, principalmente, por sus habitantes mujeres.
Hechos de violencia han empañado las fiestas en los últimos años, cuando los encuentros en la plaza central se transformaron en un acto casi exclusivamente masculino. De acuerdo con varios habitantes de la región, la comunidad de La Calera -donde se recogieron varias imágenes de este documental- fue una de las más temidas, junto con Topo y Cercado. En algunas ocasiones hubo incluso muertos y heridos que lamentar. Por estos motivos, los líderes comunitarios y las autoridades decidieron aunar esfuerzos para recuperar la esencia ritual y simbólica de este encuentro, haciendo que la edición 2018 del Hatun Puncha sea llevada a cabo en paz.
Alfonos Morales, líder comunitario, manifiesta que a los indígenas que salen a la ciudad en el Hatun Puncha, “les hace daño la mezcla de trago; por eso nuestros antepasados preparaban la chicha con el maíz tradicional y actuaban con tranquilidad”. Explica que la chicha la prepara con algunas hierbas medicinales y maíz. “El producto se cocina durante varias horas, luego se enfría y se fermenta en jarrones de barro. Es una bebida conocida como la chicha de jora”, señala Morales.
El Hatun Puncha (Gran Año), coincide con el solsticio del 21 de junio, -día en que el sol cae perpendicularmente sobre la mitad del mundo-. En este periodo, todos los pueblos indígenas andinos rinden tributo a la Pachamama y al dios sol -Inti-. Se realizan baños rituales, danzas, ofrendas de alimentos, música y fiestas durante varios días.
En la madrugada, los llamados con el churo se escuchan desde varios lugares. Es la convocatoria milenaria que se reproduce con un tono extendido que se parece al silbido del viento en las zonas altas de la cordillera de los Andes. Son los hombres quienes ejecutan el inconfundible grito de reunión. El zapateo es otro de los rasgos característicos de estas celebraciones. Se afirma que simboliza un acto de comunicación con la tierra, un mensaje para reavivarla y prepararla para el nuevo ciclo agrícola que está por debutar.
Una vez en la plaza central de Cotacachi comienzan los bailes y al mismo tiempo la bendición de los capitanes junto con la embriaguez y el trance que permite soportar el ajetreo hasta que caiga el sol. Sin embargo, esta sigue siendo una fiesta de hombres, como parte del legado colonial del catolicismo. Esto explica el hecho que las fiestas se fusionaron con las de San Juan y San Pedro, más tarde conocidas como los famosos sanjuanes, descendientes del calendario católico.
Las mujeres indígenas de Imbabura saben de esa particularidad. Reconocen que cuando las autoridades católicas de Cotacachi asignaron un día del Hatun Puncha para ellas -al que lo nombraron día de Santa Lucía- era simplemente un consuelo. Sin embargo, para ellas existe otra fiesta tan viva como la del género masculino: el Warmi Puncha.